4.2. Toma de posesión de la Diócesis
Monseñor Sardinas en camino a su Diócesis, salió de Lima con dirección a Tarma, el 10 de junio de 1891, realizando visitas pastorales en la ciudad y en los pueblos circunvecinos.
Luego, el 29 del mismo mes, llegó a Cerro de Pasco, alojándose en la casa del acaudalado minero, Señor Salomón Tello, confirmando en dicha ciudad a numerosos niños y practicando otras funciones religiosas de su alto cargo. Luego que se tuvo conocimiento que el Iltmo. Señor Obispo había arribado a la Villa de Ambo el día 8 de julio, todo Huánuco se puso en movimiento y buen número de caballeros se dirigieron a ese lugar con el objeto de presentarle anticipadamente sus respetuosos saludos.
Se le hizo triunfal recibimiento, como corresponde a los méritos del pastor, aunque para ellos se tuvo que vencer la repugnancia ingénita del Padre Sardinas a las ovaciones y aplausos.[1] Le prepararon triunfal recibimiento digno de un pueblo regocijado que corona los méritos del más preclaro de sus hijos; cumpliéndose allí a la letra la palabra de la sabiduría “El varón sabio logrará un puesto honorífico en su pueblo, y su nombre quedará grabado para siempre en los corazones de los hombres”.
En su Diócesis de reciente creación, y largo tiempo privada de la presencia de su primer Obispo lo halló todo por hacer y a la verdad, empezó a hacerlo con acierto, constancia y magnanimidad, propios de un príncipe de la Iglesia apóstol de Cristo. Tropezó con muchos obstáculos y amarguras, pero todo lo soportó y sobrellevó con edificante paciencia, valor y serenidad propios de un santo. Cuanto era, cuanto alcanzaba, todo él sin reservas se consagró al bien de su Diócesis animado de los más dignos sentimientos, estampó en su alma este apotegma dignísimo de todo Obispo y que repetía muchas veces: “Dios me ha dado la dignidad episcopal y sus proventos para emplearlos en su gloria”[2] .
La demasiada modestia y profunda humildad del hijo del Seráfico Francisco, ofrecieron tenaz resistencia para señalar la hora en que debía entrar en la Ciudad Episcopal el día siguiente: pero estrechado por las súplicas, y más por el cumplimiento del Ceremonial que en estos casos prescribe el Pontifical accedió a los deseos de todos, partiendo de Ambo muy temprano para ingresar a esta ciudad a las 10.00 a .m.
Efectivamente a esa hora, con un acompañamiento de más de 80 hombres a caballo, hizo su entrada, descansando momentáneamente, en “La Quinta ” fundo del Señor Pedro Figueroa Lúcar, mientras se preparaba lo conveniente en la Capilla inmediata de San Sebastián, para proceder enseguida al cumplimiento del Ceremonial eclesiástico con la concurrencia de las corporaciones oficiales el Seminario, los Colegios, Escuelas y un concurso de un numeroso público, ascendente a 4,000 personas.
Ya en la referida capilla el nuevo Obispo, se arrodilla y ora ante el altar santo. Enseguida se reviste de los ornamentos del caso y se encamina procesionalmente, unas diez cuadras, a la Iglesia Catedral , bajo de palio, cuyas varas eran llevadas por el Prefecto del Departamento, Alcalde Municipal, Juez de Derecho, representantes y demás personas notables. Y el Prelado huanuqueño sigue en medio de un inmenso gentío, del alegre repique de las campanas, de los armoniosos toques de las bandas de músicos, de las empavesadas casas, que en sus frontispicios hacían flamear el bicolor Nacional, pasando por entre, una multitud de hermosos arcos florales.
Llega a la Catedral y desde el altar mayor dirige a los fieles su palabra expresiva y llena de unción religiosa.
El Dr. Juan C. Huapalla Canónigo, desde el púlpito, le presenta el saludo de Bienvenida en nombre del Cabildo Eclesiástico y de la grey huanuqueña.
Enseguida se pasó a la residencia episcopal en donde se pronunciaron varios discursos y recibió el homenaje del pueblo.
Y Huánuco rebosó de alegría.[3]
[1] BERROA Y LUNA, Gregorio.” Monografía Eclesiástica de la Diócesis de Huánuco y Junín”, Tipografía “El Seminario” ,Huánuco, 1934, p. 135.
[2] IZAGUIRRE, Bernardino OFM; “Oración Fúnebre del Ilustrísimo y Reverendísmo Fray Alfonso María de la Cruz Sardinas ” , Imprenta y librería de San Pedro Lima 1902, p. 16.
[3] Idem
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